viernes, 21 de diciembre de 2007

La Respuesta II




El lodo que se mete entre mis dedos es casi insoportable. Un hedor putrefacto nace de las ciénagas y deja a relucir la potencia de los venenos del alma, culpa la llaman los vientos que juguetean en rededor mío. Y aúllan, y sacuden el ambiente con júbilo pequeño, como si intentasen disminuir o disimular los fétidos aromas del lodazal. Yo solo me fugo de este pantano, pero manos cadavéricas surgen para impedir mi retirada, y desde el fondo de sus gargantas vomitan y salpican el ámbito con una lastimera y repetitiva palabra, que se convirtió, a poco, en el coro omnipresente de esta vil situación; ¡culpa! Y como si el infierno fuera poca cosa, un terror de mil demonios mortificaba mis pensamientos y sensaciones con su aborrecible presencia. Lastimaban mi piel y mis oídos, pero hacían lo propio aún en peor medida con los putrefactos seres que me impedían la huida. Los demoníacos entes simplemente se desvanecieron en una hecatombe de sangre hirviente, simplemente ya no estaba ahí, sino en algún sitio alejado de cualquier cosa. Aún sentía presión sobre mis extremidades, y eso me sorprendió aún más, pues me había percatado de mi nueva capacidad para sentir. Aún ignoro si los enviados de los infiernos habían ido a mi rescate, o si salí librado por una fortuita coincidencia en medio de una voraz batalla entre los habitantes de los fangos infectos y los diablos del submundo.
Quizá el frío de tus manos no me importó, pues te sentía de cualquier modo. Descubrí que podía sentir aquí y del otro lado. Es difícil ser un semi cadáver. Tus dedos se enroscaban entre los míos y se me antojaron melancólicos, como solo podría serlo un alma invadida por el frío del desasosiego. Entre palabra y palabra que pronunciabas cerca de mi rostro, un beso poco significativo y suave, frío también, me acariciaba los rígidos labios. No hubo lágrimas, ni tuyas ni mías, de cualquier forma, mis lagrimales estaban “fuera de servicio”.
El gas que corre por mis venas se tornó frío cuando el hálito de otros condenados llegó al sitio que se encuentra en el envés del mar de pesadilla. Condenados a vagar y existir siempre ahí. Yo también era un prisionero del sueño, y de no tener las necesarias precauciones podría sufrir un destino similar. Los vi ser lanzados desde los majestuosos cielos, desde donde espesas nubes violáceas contemplan lascivas el paisaje que se encuentra en rededor suyo, malditas voyeuristas, y al ir cayendo a los condenados reinos del olvido del mal sueño se quemaba su piel etérea, se desfiguraban sus rostros, y se retorcían en agonía espantosa. No deseo imaginarme el cómo se ganaron aquel cruel destino. Las decisiones suelen ser equivocadas y no existe redención a ellas, al menos, no de este lado. El otro lado es aún más inmisericorde, pero con castigos más livianos en comparación. Uno desea viajar al sueño, ignorando que el sueño puede convertirse en temible pesadilla.
Aún mis párpados son cosa inútil. Y simplemente hay blancura a mí alrededor. Si tan solo el aire fuese mío, conseguido por mi propio mérito. Pero es artificio del ingenio humano el que me mantiene atado al mundo que no he pedido como morada. No culpo ni reniego, es solo que deseo que lo que por tanto tiempo he buscado se haga presente, al fin, de un momento a otro. Aún cuando eso significase mi ruina.
Por fin he llegado, el torrente de arena, la corriente en el centro. Ignoro su ubicación, tal vez no exista tal, quizá es solo un momento en el espacio y tiempo que se repite periódicamente o de modo completamente aleatorio a nuestros prejuicios. Y sin embargo, a pesar de todas mis lucubraciones acerca de su naturaleza, lo siento, lo contemplo, como solo lo etéreo puede ser visto por lo etéreo. Una vez, en algún lugar y situación que no me molestaré en recordar, escuché que la realidad es independiente del sujeto cognoscente, y eso es lo que sucedía con la fuente de todas las arenas que ahora se encontraba en mi presencia. Y es que por más suposiciones que se me pudieran ocurrir sobre su origen y naturaleza, jamás podré adivinar la realidad. Solo me resta describir, en verdad solo me queda eso, pues mis suposiciones se han visto subyugadas a la ignorancia que me ata al simple acto de observar. El centro es brillante, con destellos fluorescentes en colores tan variados que el ojo humano no podría reconocer ni distinguir. Los vapores surgían desde el fondo torrencial, como… No creo encontrar una comparación. Es como mil millones de auroras australes hechas de diminutos diamantes policromáticos en actitudes extraordinarias, danzando en una espiral de brazos hinchados de fuerza, conteniendo en cada uno de ellos los aromas de épocas pasadas, de recuerdos en vigilia y en el territorio del sueño, sentía todo lo que había sentido en toda mi vida a un tiempo, sentía aquella tristeza que me invadió cuando vi marcharse a mi padre a los cinco años de edad, sentí aquella alegría del primer amor en la secundaria, sentí la ira contra aquel abusón en la niñez, sentí la impotencia de quien quiere cambiar al mundo y resolver las injusticias, la excitación al sentir la piel de una mujer desnuda con mis propias manos, sentí y sentí mil cosas más, sentí y percibí los aromas que han invadido mi ambiente durante mi vida, el chocolate, la canela, el cigarrillo, la tierra mojada, que con los sonidos que palpitaban todos juntos en mis oídos, formaban un cúmulo casi insoportables de sensaciones, a pesar de lo que pudiera pensarse, cada sonido era perfectamente distinguido por separado a pesar de ser percibidos al mismo tiempo, tales podían ser tan agradables como el canto de una madre, el sonido de campanitas en un cobertizo, la melodía de pájaros madrugadores o una melodía en un lejano piano, o bien algo más desagradables como el sonido de un grito aterrador, la sirena de ambulancias, gotas cayendo sobre el aluminio, o el estallido de un arma de fuego. Sabores múltiples en la lengua, el sabor de mi propia sangre, del dulce chocolate, de tus pezones jugueteando en mi lengua, de tus labios, de algún limón alguna vez degustado o de un lejano vino, el sabor del polvo al caer al suelo o el sabor desagradable de las pastillas. Pero nada superaría a la vista, es este el sentido que más necesitamos y del que más nos jactamos los seres humanos, es el sentido que regularmente nos hace cometer más errores y menos aciertos y es el sentido en el que, paradójicamente, más confiamos. Lo que vi en ese momento era todo, y por todo me refiero a cada una de las imágenes que pasaron ante mis ojos a lo largo de mis años. No intentaré describirlas, como he hecho con los otros sentidos, pues no doy crédito a lo que me he visto obligado contemplar, y prefiero no repetirlo en mis palabras. Todo, todo ello y más contenía en su interior aquella sustancia, objeto, lugar o lo que sea que fuere o de lo que se tratare el centro torrencial de las arenas, como se le había nombrado de este lado de la realidad. En ese momento era capaz de entender cada uno de los secretos de la vida, o al menos de la mía, se trataba de una especie de espejo en el que te contemplabas tal cual, y eras capaz de sentir la historia, y de augurar tu destino de entre tantos posibles que pudiesen surgir de repente. Me gustaría quedarme un poco más ahí, un poco menos de ese lado en el que me aguardas, tal vez más a mí que a la respuesta que te he prometido, pero ahora ya no depende de mí, es una pregunta que debe ser contestada aún contra mi voluntad, o la tuya, o la de Dios. De no ser así, el universo, la existencia en su más pura esencia perdería su sentido, su razón de ser, y ya sin propósito no habría más por qué existir. Y de pronto la respuesta, ansiada aparece en forma de esfera de brillante luz en el centro del infinito remolino galáctico y multicolor. La trato de tomar con mis dedos, pero esos se evaporan nada más tener contacto directo con la respuesta que brilla con la potencia de mil estrellas, o de dos mil novecientas cuarenta y una, en cualquier forma era mucha luz, al menos en apariencia. Al darme cuenta de que ya no tenía manos con que sostener esa esfera que contenía o era en si la respuesta que deseaba me abalancé sobre ella con todo mi cuerpo, perdiéndolo en el acto. Y me desvanecí en el interior incierto de la luminosa esfera.
Las máquinas que estaban conectadas a mi, pronto detectaron una alteración, se hizo la alarma, y se formó una carrera contra el invencible tiempo y un supuesto ataque del que mi corporación carnal era presa, lo sentía todo, cada uno de los aparatos tocándome, los hombres de blanco manoseándome y agujas que contenían sustancias que supuestamente ayudarían a controlar, mas no a resolver, la situación. Intentaba simplemente hablar, pero debido a un terrible entumecimiento de mis cuerdas vocales tan solo era capaz de jadear, de lubricar el espeso, tenso y desesperado ambiente con súplicas escuchadas casi en susurros dolientes y entre todo el ajetreo eran, por tanto, prácticamente inaudibles y pasados por alto. La situación empeoraba, cada vez más, a cada momento, las decisiones eran cada vez más apresuradas y equivocadas, pero el efecto de alguna droga antes administrada comenzó su manifiesto, casi al instante en que pude al fin responder, pero mis palabras fueron entorpecidas por esos mismos químicos y tan solo se escuchó un alarido desasosegador. Se determinó que había salido de aquel coma en el que yo mismo me había sumergido con el fin de encontrarme en la tierra del ensueño y encontrar en ella el centro de todo , el torrente de las arenas, la fuente de todo lo que puede existir en nuestra mente y por tanto en la realidad. Pues no existe realidad más cierta que aquella en la que estuve andando y peregrinando, y esto que llamamos realidad es solo el sueño de un lejano sueño del que podemos despertarnos en cualquier instante, somos ignorantes ante tanta verdad, tan abundante, tan escondida, y somos tan conformistas al creer que al perdernos en el sueño vivimos tan solo ilusiones sin darnos cuenta de que en realidad es nuestra vida, ilimitada lo que experimentemos y de este lado solo hay falsedad, lo etéreo nunca fue tan real. Días después pude al fin comunicarme verbalmente con tigo, y pude darte la respuesta. “Soñar es existir, que es más importante que vivir, al soñar somos nosotros tal como debemos ser, y no el producto de la imagen que nos da la carne”. Te he respondido, te he brindado el fruto de todos mis pasos invisibles del otro lado de la frontera onírica. No se por que sucedió lo que sucedió después, pero ya no es tan importante, el propósito ha sido cumplido, y lo que venga ahora es solo la inevitabilidad del devenir tan siniestro como suele serlo. Luego de un nuevo ataque he quedado conciente, pero completamente paralizado, con la capacidad para mover solo un par de mis dedos, se que pronto dejaras de venir, se que te olvidaras de todos aquellos placeres carnales que alguna vez te he brindado y que me tendrás como un mudo confidente o como un recuerdo que desearas olvidar, pero es algo que me preocupa tanto como el clima de neptuno para un pigmeo australiano. Pues ya sin propósito en este plano soy libre, un agente libre por fin, de las ataduras de la realidad diaria en este lado de la barrera onírica. Esta limitación física es solo apariencia de impotencia, del otro lado soy libre y feliz, soy el amo absoluto. Capaz de viajar entre los mares de las pesadillas y resultar victorioso, capaz de sumergirme en las orgías más extrañas y pútridas y resultar divertido y libre de mancha alguna, soy dueño de aquéllas ciénagas que alguna vez me apresaron y dialogo con los demonios de sangre hirviente con los que antaño he tenido algún encuentro. Visito cuando me plazca el palacio execrable de fachada adorable y pulcra que alguna vez contemplara. No debes compadecerte de mí, que ahora soy libre, y te visitaré siempre en tus sueños, porque ahora pertenezco a ellos como el mismo Morfeo alguna vez lo hizo. ¿Recuerdas la rígida sonrisa que ostentaba en mi coma autoinducido? Pues ahora también la tengo, pero esta vez es solo verdad.

La Esencia

La Esencia está viva, cada día respira de nuestro aire y se mueve por nuestro espacio. Somos miserablemente pequeños ante ella. Es nuestra creadora. Pero sus manifestaciones son desconcertantes y casi nunca agradables. Sus manifestaciones son seres. Algunos andan entre nosotros y otros se ocultan en las sombras del mito, mientras que a otros más les es indiferente nuestra existencia y nos pasan de largo. Ellos son los seres de la Esencia.
Soy alguien que ha vivido cerca de todo ello, y que ha tenido la suficiente suerte de sobrevivir o, cuando menos, permanecer cuerdo.
Cada caso del que yo tenga conocimiento en el que se sospeche de una manifestación tal ha de quedar plasmado en este lugar. Aún a costa de mi volundad.

Mapamundi maldito

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