lunes, 24 de marzo de 2008

Síndrome Banshee


“Es hora de marcharme”, dijo ella con las llaves del auto jugueteando en sus manos. Es la tercera vez que la veo, es la tercera vez que alguien provoca algo así en mí. Es deseo, creo que eso, ¿de que otro modo se explica una erección? Me acerco a ella, y la abrazo para despedirme. Corresponde y el sonido de las llaves golpetea mi espalda.
“¿Te veré de nuevo?” su sonrisa silenciosa y esa mirada tan lasciva me dieron la respuesta. Algo se mueve de nuevo, algo se retuerce en mi cabeza, y el dolor estalla repentina mente. De nuevo veo cosas, de nuevo siento cosas, imágenes y sonidos sin control, ella sube al coche y no nota mis convulsiones. Me retuerzo en el umbral de esa vetusta casa familiar y caigo al suelo, estallaré, lo sé, lo siento. El ruido del motor. La veo a ella, la siento, huelo claramente su perfume, escucho su melodiosa voz, puedo ver sus ojos ocultos detrás de las gafas de sol. Y siento el fuego.
Mi cabeza estallará, mi alma volará en mil pedazos. Es uno de esos ataques que me dan, es una revelación, una de esas dolorosas visiones que me asaltan cuando la muerte está cerca. Y ahora lo está más que nunca…
Recobro mi cuerpo, recobro mis sentidos y mi serenidad, tan súbito como llegó se ha ido. Y escucho el sonido del motor que está siendo encendido. Me levanto y con una histeria desenfrenada (como solo la histeria sabe serlo) salgo del umbral y grito, intentando persuadir a una mujer de no morir. Pero el vehículo se mueve más rápido que mis piernas y da la vuelta en la siguiente esquina. No pude detenerla. Me quedo parado y recobrando el aire que dejé escapar de mis pulmones al gritar y correr. Y entonces sucedió. Un estallido se escucha a lo lejos, trozos de fierro y cristal, puedo imaginármelo, o solo recordarlo (ya lo vi hace un momento). Me quedo quieto, parado, sin reaccionar. Y solo suspiro. “Conste que lo intenté” me digo para mis adentros y regreso plácidamente a casa, es hora de mi telenovela…

La Esencia

La Esencia está viva, cada día respira de nuestro aire y se mueve por nuestro espacio. Somos miserablemente pequeños ante ella. Es nuestra creadora. Pero sus manifestaciones son desconcertantes y casi nunca agradables. Sus manifestaciones son seres. Algunos andan entre nosotros y otros se ocultan en las sombras del mito, mientras que a otros más les es indiferente nuestra existencia y nos pasan de largo. Ellos son los seres de la Esencia.
Soy alguien que ha vivido cerca de todo ello, y que ha tenido la suficiente suerte de sobrevivir o, cuando menos, permanecer cuerdo.
Cada caso del que yo tenga conocimiento en el que se sospeche de una manifestación tal ha de quedar plasmado en este lugar. Aún a costa de mi volundad.

Mapamundi maldito

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