Siendo Martes en la tarde un hombre de estatura media, complexión media, cabello y vigote canos y saco de color café ocre de apariencia gastada, pasea entre las callejuelas de una ciudad ya deshabitada de peatones, pues caminar en la noche no es recomendable, hay mucha inseguridad. Parece no estar preocupado por el mundo que lo rodea, si es que no es él quien rodea al mundo con pensamientos y miradas de despreciable altanería y odio, se encuentra ensimismado en planes de destrucción de sociedades y exterminio humano. Recuerda aquellos días de antaño en los que sus hermanos y ancestros rondaban por los campos y selvas admirando la exuberante belleza que ofrecía el mundo, admirando la naturaleza en su estado puro sin ningúna forma de vida capaz de modificarlo de modo tán drástico como lo ha hecho ese parásito al que llama hombre y al que detesta por sobre cualquier cosa por quitarle la belleza a su mundo.
Ahora seguía imprimiendo sus huellas en aquel terreno transformado y creado para y por los hombres que tanto odiaba, se mesclaba entre ellos para erradicar el mal desde el corazón y no desde el exterior. recogió una lata del piso, pensó en lo que tuvo que pasar ese pedazo de ojalata para pasar de su estado natural como un elemento mas en la corteza de la tierra a el estado actual de artilugio deshechado por grotescas criaturas altaneras que esperaban de modo estúpido que ese metal modificado pasara a formar parte nuevamente de la tierra del que lo robaron.
Cuendo entra en un callejón angosto y sombrío es enboscado por una pequeña jauría de hombres que están deseosos de riquezas vanas y pasageras que les darán placeres efímeros y mundanos. Lo amenazan con nabajas, él piensa: "Pobres cucarachas,... Con perdón de las cucarachas". Cuatro gigantescas y monstruosas manos-garras surgen rápida y violentamente de su espalda arrancando la cabeza de uno de los cinco ladronzuelos, la otra estruja y desbarata el craneo de otro de los bándalos contra la pared de ladrillos rojos, ahora mas rojos que antes; las monstruosas extremidades son dirigidas entonces contra los otros tipos atravezando el torax de uno de ellos y cogiendo al otro por la pierna, lo levanta y las negruscas garras le arrancan con terrible facilidad la columba; solo queda uno, que ve como esos dos pares de monstruosos brazos son acompañados por sus extremidades normales al transformarse también en esa grotezca masa negrusca de carne ominosa, no tiene tiempo de gritar cuando fué atrapado por el cuello y levantadoa una altura de tres metros sobre el suelo, solo escuchó: "No sabes en la que te metiste, parásito", su garganta tronó estrepitósamente.
El hombre repitió la misma frase frente a ese cadaver: "No sabes en la que te metiste, no sabes que te metiste con Gestat. Levantó el pié y cruzó del otro lado del cuerpo, se fué de ahí.
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