domingo, 13 de mayo de 2007

Amanita Virosa II


Amanita Virosa II
Sueños Perfumados
Un sueño muy largo fue interrumpido por el canto de un pájaro mañanero dándole un saludo melodioso al alba. La pequeña hada sacudió sus pequeñas y traslúcidas alas para comenzar su viaje a través del bosque luctuoso. Esa pequeña criatura mágica dirigió su primera mirada al horizonte que ante ella se presentaba: las vetustas maderas de los árboles se encontraban cubiertas de liquen y musgo que daban una apariencia de inmemorial antigüedad a este bosque; las flores que abrían sus pétalos al sol aún mostraban gotas de rocío en las que se reflejaban los fantasmales mosaicos de luz y sombra que formaban las hojas de los árboles; en lo alto del éter descollaban las puntas de los altos pinos nebulosos desde las bajas tierras desde las que eran vistos; unas cuantas mariposas revoloteaban por los aires en busca de su alimento, el suave néctar de las matinales flores. Un hermoso y a la vez desesperanzador espectáculo podía contemplarse desde la precaria posición de esta pequeña hada atrapada en una eventualidad inmisericorde.
Decidió no esperar más y pensó en el largo y tortuoso camino que debía recorrer y que aún tenía por delante. Las otras hadas habían hecho ya este recorrido y esta solo tenía que seguir ese rastro mágico e invisible que sus congéneres habían dejado. Este rastro no era algo normal, algo tangible o detectable por seres profanos, este camino intangible era un camino de sueños aromatizados de sonrisas y lágrimas. Al pasar por donde estaba esta estela onírica, el hada sentía todo aquello que sus antecesoras habían sentido, soñaba lo que las otras soñaron, reía donde aquellas rieron, sollozaba cuando, con antelación, lo habían hecho las antecesoras. Esta marca de sueños aromáticos que dejaban las hadas servía para que alguna compañera perdida pudiera llegar a donde se encontraba la colonia, pues si existe algo que las hadas no resisten es estar solas, pero resisten menos el abandonar lo que aman. Ese último motivo fue el que hizo al hada a aferrarse a su hogar hasta el último segundo antes de ser destruido por la Muerte Mecánica. Agitando sus alas cristalinas, a través del aire denso del bosque, continuó siguiendo su camino de invisibles aromas oníricos y etéreos. Las sensaciones que percibió al seguir el rastro de las otras hadas fueron, al principio, lo más usual que podría haber sentido: impaciencia, miedo, incertidumbre, nostalgia, pena, tristeza; pero al rato de andar por los caminos vagos del sueño y los recuerdos una sensación de matices espectrales se apoderó de sus pensamientos. Algo había pasado en el viaje de sus congéneres cuando pasaron por esas zonas alejadas y desconocidas. Pareciera que su andar tan monótono y bien calculado se viera amenazado por un hado ominoso. Lo que comenzó a sentir a medida que avanzaba a través del bosque la estremeció de tal manera que detuvo su avance y se quedó petrificada. En ese lugar del espacio en que se encontraba, el rastro de las hadas que antes habían pasado por esta zona cambió completamente de matiz. Lo que antes era solamente nostalgia, incertidumbre impaciencia y miedo se había transformado en pánico, horror, desesperación, lo mas oscuro del miedo ultraterreno contenido en un tramo sucinto de ese camino onírico cuyo dulce perfume, antaño embalsamado de recuerdos, sonrisas y lagrimas sentidas del alma, había cambiado a ser una dolorosa odorífera vía del miedo, la angustia, la muerte. Ominosas emociones inundaron la mente de la pequeña criatura alada y no quiso seguir adelante por temor a lo que pudiera descubrir con las sensaciones siguientes. Con todo y el miedo que llegó a sentir avanzó y lo que siguió fue mas aturdidor todavía que lo que antes había sentido. Imágenes en sepia de un paisaje recordado por una de las hadas anteriores saltaron a su mente, imágenes de sombras monstruosas y visiones de cadavéricos rostros siniestros. Una inenarrable sensación de monstruoso e inhumano pánico la colmó hasta el borde de la locura, sus alas se agitaban dificultosamente intentando dejar atrás el terrible pánico. Y de repente, toda esa poderosa fuerza del terror se extinguió. El rastro no desapareció, solo el miedo. El rastro aun estaba presente, pero ya no mostraba todo aquel imperante pánico que antes se había producido, de hecho, ya no proyectaba ninguna clase de sensación, ni miedo, ni incertidumbre, ni alegría, ni tristeza, nada. Parecía que las hadas anteriores hubieran quedado sin sentimientos ni memorias, sin alma, sin pensamientos, sin vida, aunque deberían tener vida, ya que lograron hacer este camino de sueños aromáticos que ahora seguía esta hada solitaria. Solo faltaban los sueños, era como si estos hubieran sido arrancados del camino, como si las alucinaciones de esta vía fuesen de un carácter onírico vació, como cuando duermes, pero no hay sueños, solo negrura, solo oscuridad.
El hada se alegró de que haya terminado la pesadilla antes sentida, pero esta vacuidad que ahora inundaba su andar la preocupó demasiado y decidió seguir este rastro hasta encontrar a sus amigas las hadas para poder obtener una explicación de este prosaico camino construido con sueños vacuos y perfumes tan poco fragantes. Pero sobretodo, decidió seguir en el camino por temor a la soledad, pues aunque los sueños que inundaban la estela a seguir estaban totalmente vacíos, sabía que fueron hechos por sus semejantes, lo cual la hacia no sentirse completamente sola en un mundo mas vacío que estas oníricas huellas de hada, que estos sueños perfumados de nada.

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La Esencia

La Esencia está viva, cada día respira de nuestro aire y se mueve por nuestro espacio. Somos miserablemente pequeños ante ella. Es nuestra creadora. Pero sus manifestaciones son desconcertantes y casi nunca agradables. Sus manifestaciones son seres. Algunos andan entre nosotros y otros se ocultan en las sombras del mito, mientras que a otros más les es indiferente nuestra existencia y nos pasan de largo. Ellos son los seres de la Esencia.
Soy alguien que ha vivido cerca de todo ello, y que ha tenido la suficiente suerte de sobrevivir o, cuando menos, permanecer cuerdo.
Cada caso del que yo tenga conocimiento en el que se sospeche de una manifestación tal ha de quedar plasmado en este lugar. Aún a costa de mi volundad.

Mapamundi maldito

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