martes, 29 de mayo de 2007

Kathia en dulce vuelo



Pobre niña solitaria, nadie ha cuidado de ella desde su nacimiento, desde que vino a este mundo de escoria, y donde los sentimientos de altruismo parecen resbalar a su presencia. Ahora está en lo alto de un puente, de noche y sintiendo la suave lluvia en su cabeza y hombros, pero sin nadie que comparta con ella este momento, esta visión de meteoro nocturno, hay relámpagos a lo lejos, puede ver las poderosas líneas de electricidad que surcan los cielos a lo lejos, y es tan solo una fantasía, tener una mano que sostenga la suya. Mientras tanto, el viento sopla, es frío, y de sus labios surgen palabras, palabras ininteligibles al inicio, pero que poco a poco han ido tomando claridad y certeza. “hoy acabaré con todo esto, hoy terminaré con todo lo que desde hace tiempo he sufrido” se podían oír sus palabras, dolidas, dolientes, penosas, tal vez con un oscuro entusiasmo, “se habrán de arrepentir los que me humillaron, los que me laceraron, los que ordeñaron mis lágrimas hasta dejarme los ojos secos y cual cristales opacos. Hoy existiré de nuevo en donde nadie me doblegue mas”. En su cabeza, imágenes de sus padres corrían entre pensamiento y pensamiento, dos personas sin rostro que la miraban con ojos que no existían, esto era por que nunca los conoció; por ahí pasaba también la imagen del maestro pederasta que abusó de su ingenuidad hacía algunos pocos años, y que deseaba ver, por sobre cualquier cosa, muerto, empalado; la maldita mujer que la esclavizaba y golpeaba por cualquier tontería mientras se atascaba de alcohol; todos aquello mocosos que tanto se mofaban de ella, que tanto la hacían sufrir, y golpeaban y maltrataban su ropa. Y vio hacia abajo en el río debajo del puente, le pareció ver su imagen a lo lejos en el agua turbia y oscura por la noche y las nubes que cubrían en su totalidad el cielo. El reflejo parecía ser una imagen más bien satírica de ella misma, reflejando su miseria. Su blanquísima piel se mojaba con la fría lluvia y su cabello de color vino escurría de agua, agua emponzoñada de ominosos presagios, como si la noche sintiera el nacimiento de un monstruoso numen sanguinario que se uniría a las descarnadas legiones de criaturas que gobiernan las pesadillas. Y sonrió la niña con cierto aire de maldad, como si su corazón fuese apretujado por una monstruosa ansia de muerte placentera. “¡Sus manos!” recordó de súbito la niña, “él me llamaba”. Un recuerdo apartó de golpe a todos los demás que tanto la atormentaban, el recuerdo de un hombre, que le tendió la mano desde la oscuridad de un sucio callejón, un hombre con chaqueta de color café ocre, cabello y bigote canos y manos callosas y endurecidas. Nadie, nunca, bajo ninguna circunstancia había hecho lo mismo, nadie se había preocupado por ella, él era el único que le había hecho un gesto de ayuda. La llamó por su nombre, “Kathia” resonó el sonido de su voz en su mente, y le habló con cierta dulzura a pesar de lo profunda y grave de su voz. Se presentó como un amigo, luego sabría que su nombre es Géstal. Y sonrió y lloró con ese recuerdo, y sintió su corazón cálido, bañado por la sangre, rebozante de amor hacía aquel único hombre que le dio ternura, cuando había olvidad lo que era una sonrisa, y mas tarde se enteraría de que ni siquiera era como un hombre. “Hoy terminará mi vida de humillación y comienza mi vida de libertad, cuando me encuentre con mi reflejo en el agua enturbiada del río”.
Y al ir cayendo sintió la fuerza del viento en su cara, cada vez mas, y vio el agua sobre la cual aterrizaría, no quería sentir dolor, ya no quería caer, ya no deseaba morir, y vio en sus recuerdos la mano callosa y amable del aquel hombre, era inevitable. Dolor, un dolor insoportable se dejó percibir en sus brazos y espalda, algo surgía desde el interior de su cuerpo de niña, su blanca piel se abría, sangraba, espinas manando desde el interior de sus brazos, y espalda, haciéndose mas grandes cada vez, mancados de sangre, y luego una membrana uniendo cada una. El reflejo que vio de ella misma en el agua, distorsionado por las ondas formadas al chocar las gotas de lluvia en sus superficie, la aterrorizó, por dos razones principales, la una era por el extraordinariamente grotesco aspecto de esas espinas unidas por membranosidades y la otra por el hecho de que se acercaba inevitablemente a su muerte, pero halló un subterfugio al fatal desenlace al desplegar eso que dolía y nacía de sus brazos y espalda, eso que prefirió llamar milagro. Al detenerse en la orilla de río y mirarse se estremeció y se derribó sobre sus rodillas, abatida por el punzante dolor que le invadía, aterrorizada y cansada, sintió el calor de sus sangre escurrir por sus hombros. “¡Kathia!” escuchó la niña, su pecho se exaltó de un extraño miedo y gozo, era él, “pobre niña solitaria” dijo a partir su posición.
Y desde la sombra luctuosa que se formaba debajo del puente le tendió su callosa mano amablemente, tal como otrora lo había hecho ya. Y ella sonrió, lloró, y se abrazó a él.

2 comentarios:

Nitzai Legnalma dijo...

Estimado Craft, buscaba algunas imágenes de hadas y encontré tu blog. Soy una escritora también, y te felicito sinceramente.....Tus descripciones son muy buenas, una historia interesante y la dosis perfecta de fantasía y realidad. Me enterneció mucho, porque en algún momento me sentí un poco como Kathia.....Por cierto que su nombre es bastante parecido al de alguien que conosco desde siempre y muy de cerca n__n Me gustó mucho, sigue escribiendo! Me pasaré a leer tus demás historias también, tienes un estilo con una sensibilidad marcada y un alma de escritor innato, de alguien que tiene una luz.....De alguien que ha logrado hacer florecer ese botón de poesía que todos, de alguna forma, llevamos encarnado en el alma. Un abrazo! n__n

Thunderwitch dijo...

increible...2 almas llegan aca de la misma forma, llegue a este blogg buscando hadas y me quede mejor con el sentimiento de esta historia...
Sensible, profunda y con bastantes raices literarias... solo he podido leer el 1 pero amenazo con volver...
Saludos desde la selva de truenos.

La Esencia

La Esencia está viva, cada día respira de nuestro aire y se mueve por nuestro espacio. Somos miserablemente pequeños ante ella. Es nuestra creadora. Pero sus manifestaciones son desconcertantes y casi nunca agradables. Sus manifestaciones son seres. Algunos andan entre nosotros y otros se ocultan en las sombras del mito, mientras que a otros más les es indiferente nuestra existencia y nos pasan de largo. Ellos son los seres de la Esencia.
Soy alguien que ha vivido cerca de todo ello, y que ha tenido la suficiente suerte de sobrevivir o, cuando menos, permanecer cuerdo.
Cada caso del que yo tenga conocimiento en el que se sospeche de una manifestación tal ha de quedar plasmado en este lugar. Aún a costa de mi volundad.

Mapamundi maldito

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