lunes, 14 de julio de 2008

Mirándote al espejo y viceversa

No era un sueño, o eso creo. La sutil línea que divide el sueño de la realidad es, a veces, tan delgada, que creemos recordar, en el punto medio, conversaciones oníricas, justo en el momento de despertar, o recriminamos a los conocidos faltas que cometieron en nuestras ensoñaciones. He escuchado que soñamos para saber que existimos, esto se lograría al separar la realidad de la fantasía nocturna. Pero todo esto es una ilusión, soñamos y existimos tanto como en los momentos de vigilia en donde somos esclavos de las leyes de la física. Es por eso que, hasta cierto punto, desearía que no fuera un sueño, desearía que todo cuanto el espejo me mostró fuere tan veraz como mi propia carne, pero en ocasiones la fantasía rebasa en realidad a mis propios huesos.
En el punto exacto en el que una persona comienza a entrar a un estado de letargo y el cerebro lucha vehemente por permanecer despierto, mi vista se dirigía al espejo del mueble tocador. Pude ver mi propio rostro. Yo me sentía extraordinariamente soñoliento, pero mi reflejo, o lo que creí mi reflejo, no lo estaba, me veía firmemente, con una indescriptible mirada que evocaba ferocidad, ternura, sensualidad y burla, todo al mismo tiempo. No pude reaccionar lo suficiente como para actuar frente a aquella visión, excepto por el menear de mi cabeza con desmallados movimientos ondulantes, pero al hacerlo, mi reflejo seguía tan quieto como una estatua. En ese momento, mi corazón vibró fuertemente, y mis músculos se helaron Me incorporé y así lo hizo ‘eso’ también, desde el espejo, solo que, imperceptiblemente más lento, como si se hubiera demorado una centésima de segundo más que yo, pero encima de todo, su mirada indescriptible seguía en sus ojos como una estampa o una temible máscara. Mi rostro, lo sentí moverse, se alargó rápida y tenazmente en una mueca de horror. Y en el espejo, la mueca fue antagónica, se formó una sonrisa de lo más macabra, como una siniestra burla desde el otro lado del cristal, en aquel mundo donde las letras se escriben al revés.
Me pregunté una y otra vez si me encontraba, de algún modo, dormido, pero la respuesta fue siempre la misma: ¡NO!
Pero eso no impidió que momentos después despertara. Aunque para mi sorpresa, no fue en mi cama, en mi habitación. Estaba en un cuarto donde todo parecía estar bañado de una impecable, casi insoportable, blancura. Enfermeras con presurosos movimientos atendían de mí y tenían cuidado de no tocarme directamente, siempre con guantes estériles.

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La Esencia

La Esencia está viva, cada día respira de nuestro aire y se mueve por nuestro espacio. Somos miserablemente pequeños ante ella. Es nuestra creadora. Pero sus manifestaciones son desconcertantes y casi nunca agradables. Sus manifestaciones son seres. Algunos andan entre nosotros y otros se ocultan en las sombras del mito, mientras que a otros más les es indiferente nuestra existencia y nos pasan de largo. Ellos son los seres de la Esencia.
Soy alguien que ha vivido cerca de todo ello, y que ha tenido la suficiente suerte de sobrevivir o, cuando menos, permanecer cuerdo.
Cada caso del que yo tenga conocimiento en el que se sospeche de una manifestación tal ha de quedar plasmado en este lugar. Aún a costa de mi volundad.

Mapamundi maldito

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